domingo, 31 de agosto de 2014

Las culturas fracasadas. El talento y la estupidez de las sociedades


Justo ayer termine de leer este libro su autor es José Antonio Marina, y francamente me impacto; en primer lugar su forma tan natural de escribir y explicar las cosas (uno se siente en una verdadera platica con el autor); dos la critica y a la vez propuesta que hace para las culturas que padecen de los síntomas que el describe.

Tal vez el titulo podría no ser muy atrayente para muchos pero desde que empece a leer lo primero que pensé fue "dios, esto debería ser lectura obligatoria en la universidad", poniendo en mis palabras de que trata el libro, creo que es una llamada de atención para todos, para que nos demos cuenta que si bien la individualización ayuda a la creación e invención la colectividad hace muchas de estas cosas posibles. 

Una parte que me pareció realmente interesante habla sobre la inteligencia de grupos (que puede aplicarse a parejas, familias, escuelas, etc.) y dice textualmente así:

"El equipo con alta inteligencia compartida cumple los criterios que hemos descubierto hasta ahora:
  1. Aumenta las posibilidades de cada miembro, en este caso la creatividad.
  2. Ayuda a realizar los objetivos personales, al mismo tiempo que consigue los colectivos (coordinación de fines).
  3. Mejora la calidad del producto objetivo."
 En general el libro nos va llevando de la mano de los principales problemas que enfrentan las culturas, al colocarse en uno u otro extremo (individualismo/masa), y al final te ofrece una reflexión acerca de lo que se puede hacer para mejor o equilibrar los problemas.

Una ver que termine el libro me dio mucha curiosidad saber que tipo de persona seria su autor, y fue muy grato para mi encontrar que no es una persona que se limita a escribir cosas inspiradoras (al menos para mi), si no que a su modo es un hombre de acción.

Y con gusto dejo un vídeo que encontré de él que me gusto:




Breve introducción al cuento y a la lectura infantil


Introducción

La lectura infantil es un tema actual que se ha discutido mucho a lo largo del siglo XX y XXI, se habla de la importancia que tiene la lectura en el desarrollo de los niños; los beneficios que les aportará en su vida adulta y de la gran gama de opciones que hay para satisfacer los gustos de cada lector. Entre esta gama de opciones la más usual y recurrida tanto por padres como por profesores son los cuentos, pues se ha pensado que es la mejor forma para introducir a un niño en la lectura, ya que por su estructura alimenta la imaginación, ayuda a identificar y solucionar problemas; y apoya a los padres y maestros a explicar temas difíciles (la muerte, reproducción, maltrato, etc.).Pero para entender mejor el impacto que ha tenido la lectura y los cuentos en el público infantil es importante remitirnos a su comienzos, conocer cómo fue que los niños entraron al terreno de la lectura y cuales eran las primeras obras destinadas a ellos, y con eso acercarnos a la historia de los cuentos clásicos junto a sus primeros exponentes.




Introducción del cuento a la lectura infantil en el siglo XIX

Antes del siglo XIX la mayoría de los lectores eran hombres, principalmente pertenecientes a las clases altas de la sociedad europea, pero a mediados de este siglo comenzaron a surgir nuevos lectores gracias a la alfabetización masiva. La introducción del público infantil a la lectura  fue acompañada de la expansión de la educación primaria que comenzó con la expedición de la ley Guizot en 1833 (francia) que “pretendía lograr el progreso general de la sociedad mediante la paulatina universalización de la enseñanza primaria. Para ello, se acometió una reorganización del sistema educativo…”(MACÍAS OTÓN, 2008); pero no fue hasta 1870 que la normalización de esta fue posible por medio de la Ley de Educación que la marcaba como pública, gratuita y obligatoria; aunque esto representó un gran avance todavía había camino por recorrer para que los niños tuvieran la oportunidad de asistir a una escuela.

Antes de la promulgación de la Ley de Educación  en algunas partes de europa el acceso no era gratuito y esto impactaba directamente a los estratos más bajos de la sociedad y a los hijos de campesinos que no tenían para pagarla o en otros casos tampoco se podía prescindir del salario adicional que representaban sus hijos para la economía familiar. Aunado a los problemas económicos que se podían encontrar tanto en las zonas rurales como en las ciudades industrializadas, se encontraba la misma disposición de las personas (principalmente en el campo) a enviar a sus hijos a la primaria, ya que los niños también era una fuerza de trabajo elemental, los pocos que iban solían asistir únicamente por temporadas relacionadas con los ciclos de la siembra y la cosecha; cabe resaltar que esto describe las situación de los hijos varones, puesto que no  se veía la necesidad de enviar a las niñas de la familia a las escuelas públicas, ya que en muchos casos su educación era atendida de manera más informal. La situación entre los niños del campo y los de la ciudad podría ser parecida, pero también se encontraban otros que a causa de las guerras habían quedado sin una familia estable o  en casos más extremos se vieron en la necesidad de vivir en la calle por consiguiente asistir a una escuela se volvía imposible.

Con las leyes y la universalización de la escuela primaria (pese a su nivel de audiencia) también surge la necesidad de materiales de apoyo para que los niños pudieran utilizar durante las clases y facilitar el aprendizaje, si bien los manuales escolares (hoy libros de texto) surgen a mediados del siglo XV, se establece como una industria rentable a mediados del siglo XIX. El modelo utilizado para los manuales proviene de un libro titulado “El Orbis Sensualium Pictus” (el mundo sensible en imágenes) de Jan Amós Komensky (Comenius) publicado en 1658 (Varela Iglesias, 2010), la estructura de este libro consistía en una combinación de texto e imágenes, que lo hacía atractivo a los niños, además de reforzar la idea del texto mediante la ilustración que lo acompañaba.
Los primeros manuales del siglo XIX fueron la cartilla y el caton, el primero contenía el alfabeto y las primeras herramientas para aprender a leer; mientras que el caton consistía ejercicios para mejorar la lectura del los principiantes, una vez superada esta etapa el niño podía pasar a lecturas más complejas como lo eran los libros de lectura, que bien podían ser de una materia o disciplina específica (matemáticas, geografía, historia, etc.) o algo más literario (fábulas, cuentos, catecismos, etc.), en francia unos de los más vendidos que entraría dentro de la primera categoría de libros de lectura era Petite Histoire de France (pequeña historia de Francia) de Madame de Saint-Ouen o  Aritmética de Pierre Leysenne.

La segunda categoría de libros de lectura contiene uno de los géneros más interesantes de la literatura infantil, los cuentos; estos provienen de la tradición oral del siglo XVIII que se daba principalmente en las zonas rurales de europa, aunque es difícil definir exactamente donde surge originalmente cada cuento ya que existen versiones de distintas nacionalidades que a pesar de la regionalización conservan sus características principales y la esencias de la historia, pero cada versión tiene un ritmo, vocabulario o sentido especial que hace más sencilla la labor de distinguir su procedencia.
Los cuentos transmitidos oralmente eran diferentes a los que se conocen actualmente, en las primeras versiones se puede encontrar un lenguaje más tosco y brutal, que habla de una realidad  en las condiciones de vida de los campesinos, al respecto Robert Darnton  menciona “La condición humana ha cambiado tanto desde entonces que difícilmente podemos imaginar la manera como esta era considerada por la gente cuya vida realmente era sórdida, brutal y breve.”(Darnton, 1987); los cuentos contienen  datos históricos que han ayudado a conocer las verdades de la vida campesina durante el siglo XVII y XVIII. Las temáticas que abordaban estos cuentos eran diversas, combinaban el mundo real con elementos fantastico (animales que hablan, objetos inanimados que cobran vida, seres sobrenaturales, etc.), pero siempre intentaban transmitir algunos modelos de conducta, creencias populares, supersticiones, advertencias, etc.

Uno de los primeros en recopilar estas historias fue el italiano Giambattista Basile quien publicó en 1634Lo cunto de li cunti overo lo trattenemiento de peccerille” (El cuento de los cuentos, o el entretenimiento de los pequeños) hoy conocido como Pentamerón que contenía historias transmitidas oralmente de creta y venecia, aunque al hacer la recopilación se le añadió un carácter más literario perdiendo de esta manera parte de la esencia de la narración oral; años después el francés Charles Perrault publicó (1697) una compilación de 8 cuentos bajo el título de “Histoires ou contes du temps passé, avec des moralités, Les Contes de ma mère l'Oye” (Historias y cuentos del pasado, con la moral, Los cuentos de Mamá Ganso), este compendio de historias no estaba pensado en un inicio para el público infantil, ya que conservaba parte del lenguaje de la tradición oral, pero facino a la burguesía y aristocracia de su tiempo.  Más de 100 años después en 1812 los hermanos Jacob y Wilhem Grimm publican su  obra Kinder- und Hausmärchen (Cuentos para la infancia y el hogar), que también eran una recopilación de cuentos con los cuales intentaban rescatar las  historias de la tradición oral alemana, pero su fuente fue una mujer descendiente de una familia hugonote francesa; con Perrault su libro no estaba destinado a un público infantil, y “ los investigadores mantuvieron la fidelidad a las expresiones originales, a su carga sexual y a las descripciones crueles y violentas.” (Delgado Criado, 1998), pero debido a la aceptación que tuvo dentro de este público las siguientes ediciones fueron suavizadas.

Para ilustrar estas temáticas y las diferencias que existen se agregan tres versiones del cuento Caperucita Roja, uno de los cuentos con más versiones conocidas; la primera fue obtenida del libro La gran matanza de los gatos y otros episodios de la cultura francesa de Robert Darnton que la obtuve del libro Le Conte Populaire Francais; la siguiente es la de Charles Perrault (Cuentos de mamá ganso)  y por último la de los hermanos Grimm.

Caperucita Roja ( Paul Delaurue y Marie-Louise Teneze)

Había una vez una niñita a la que su madre le dijo que llevara pan y leche a su abuela. Mientras la niña caminaba por el bosque, un lobo se le acercó y le preguntó adonde se dirigía.
– A la casa de mi abuela, le contestó.
– ¿Qué camino vas a tomar, el camino de las agujas o el de los alfileres?
– El camino de las agujas.
El lobo tomó el camino de los alfileres y llegó primero a la casa. Mató a la abuela, puso su sangre en una botella y partió su carne en rebanadas sobre un platón. Después se vistió con el camisón de la abuela y esperó acostado en la cama. La niña tocó a la puerta.
– Entra, hijita.
– ¿Cómo estás, abuelita? Te traje pan y leche.
– Come tú también, hijita. Hay carne y vino en la alacena.
La pequeña niña comió así lo que se le ofrecía; mientras lo hacía, un gatito dijo:
– ¡Cochina! ¡Has comido la carne y has bebido la sangre de tu abuela!
Después el lobo le dijo:
– Desvístete y métete en la cama conmigo.
– ¿Dónde pongo mi delantal?
– Tíralo al fuego; nunca más lo necesitarás.
Cada vez que se quitaba una prenda (el corpiño, la falda, las enaguas y las medias), la niña hacía la misma pregunta; y cada vez el lobo le contestaba:
– Tírala al fuego; nunca más la necesitarás.
Cuando la niña se metió en la cama, preguntó:
– Abuela, ¿por qué estás tan peluda?
– Para calentarme mejor, hijita.
– Abuela, ¿por qué tienes esos hombros tan grandes?
– Para poder cargar mejor la leña, hijita.
– Abuela, ¿por qué tienes esas uñas tan grandes?
– Para rascarme mejor, hijita.
– Abuela, ¿por qué tienes esos dientes tan grandes?
- Para comerte mejor, hijita. Y el lobo se la comió.”








Caperucita Roja (Charles Perrault)

En tiempo del rey que rabió, vivía en una aldea una niña, la más linda de las aldeanas, tanto que loca de gozo estaba su madre y más aún su abuela, quien le había hecho una caperuza roja; y tan bien le estaba que por caperucita roja conocíanla todos. Un día su madre hizo tortas y le dijo:
-Irás á casa de la abuela a informarte de su salud, pues me han dicho que está enferma. Llévale una torta y este tarrito lleno de manteca.
Caperucita roja salió enseguida en dirección a la casa de su abuela, que vivía en otra aldea. Al pasar por un bosque encontró al compadre lobo que tuvo ganas de comérsela, pero a ello no se atrevió porque había algunos leñadores. Preguntola a dónde iba, y la pobre niña, que no sabía fuese peligroso detenerse para dar oídos al lobo, le dijo:
-Voy a ver a mi abuela y a llevarle esta torta con un tarrito de manteca que le envía mi madre.
-¿Vive muy lejos? -Preguntole el lobo.
-Sí, -contestole Caperucita roja- a la otra parte del molino que veis ahí; en la primera casa de la aldea.
-Pues entonces, añadió el lobo, yo también quiero visitarla. Iré a su casa por este camino y tú por aquél, a ver cual de los dos llega antes.
El lobo echó a correr tanto como pudo, tomando el camino más corto, y la niña fuese por el más largo entreteniendose en coger avellanas, en correr detrás de las mariposas y en hacer ramilletes con las florecillas que hallaba a su paso.
Poco tardó el lobo en llegar a la casa de la abuela. Llamó: ¡pam! ¡pam!
-¿Quién va?
-Soy vuestra nieta, Caperucita roja -dijo el lobo imitando la voz de la niña. Os traigo una torta y un tarrito de manteca que mi madre os envía.
La buena de la abuela, que estaba en cama porque se sentía indispuesta, contestó gritando:
-Tira del cordel y se abrirá el cancel.
Así lo hizo el lobo y la puerta se abrió. Arrojose encima de la vieja y la devoró en un abrir y cerrar de ojos, pues hacía más de tres días que no había comido. Luego cerró la puerta y fue a acostarse en la cama de la abuela, esperando a Caperucita roja, la que algún tiempo después llamó a la puerta: ¡pam! ¡pam!
-¿Quién va?
Caperucita roja, que oyó la ronca voz del lobo, tuvo miedo al principio, pero creyendo que su abuela estaba constipada, contestó:
-Soy yo, vuestra nieta, Caperucita roja, que os trae una torta y un tarrito de manteca que os envía mi madre.
El lobo gritó procurando endulzar la voz:
-Tira del cordel y se abrirá el cancel.Caperucita roja tiró del cordel y la puerta se abrió. Al verla entrar, el lobo le dijo, ocultándose debajo de la manta:
-Deja la torta y el tarrito de manteca encima de la artesa y vente a acostar conmigo.
Caperucita roja lo hizo, se desnudó y se metió en la cama. Grande fue su sorpresa al aspecto de su abuela sin vestidos, y le dijo:
-Abuelita, tenéis los brazos muy largos.
-Así te abrazaré mejor, hija mía.
-Abuelita, tenéis las piernas muy largas.
-Así correré más, hija mía.
-Abuelita, tenéis las orejas muy grandes.
-Así te oiré mejor, hija mía.
-Abuelita, tenéis los ojos muy grandes.
-Así te veré mejor, hija mía.
Abuelita, tenéis los dientes muy grandes.
-Así comeré mejor, hija mía.
Y al decir estas palabras, el malvado lobo arrojose sobre Caperucita roja y se la comió.
Moraleja
La niña bonita,
la que no lo sea,
que a todas alcanza
esta moraleja,
mucho miedo, mucho,
al lobo le tenga,
que a veces es joven
de buena presencia,
de palabras dulces,
de grandes promesas,
tan pronto olvidadas
como fueron hechas.








Caperucita Roja (Hermanos Grimm)

Había una vez una adorable niña que era querida por todo aquél que la conociera, pero sobre todo por su abuelita, y no quedaba nada que no le hubiera dado a la niña. Una vez le regaló una pequeña caperuza o gorrito de un color rojo, que le quedaba tan bien que ella nunca quería usar otra cosa, así que la empezaron a llamar Caperucita Roja. Un día su madre le dijo: "Ven, Caperucita Roja, aquí tengo un pastel y una botella de vino, llévaselas en esta canasta a tu abuelita que esta enfermita y débil y esto le ayudará. Vete ahora temprano, antes de que caliente el día, y en el camino, camina tranquila y con cuidado, no te apartes de la ruta, no vayas a caerte y se quiebre la botella y no quede nada para tu abuelita. Y cuando entres a su dormitorio no olvides decirle, "Buenos días," ah, y no andes curioseando por todo el aposento."

"No te preocupes, haré bien todo," dijo Caperucita Roja, y tomó las cosas y se despidió cariñosamente. La abuelita vivía en el bosque, como a un kilómetro de su casa. Y no más había entrado Caperucita Roja en el bosque, siempre dentro del sendero, cuando se encontró con un lobo. Caperucita Roja no sabía que esa criatura pudiera hacer algún daño, y no tuvo ningún temor hacia él. "Buenos días, Caperucita Roja," dijo el lobo. "Buenos días, amable lobo." - "¿Adonde vas tan temprano, Caperucita Roja?" - "A casa de mi abuelita." - "¿Y qué llevas en esa canasta?" - "Pastel y vino. Ayer fue día de hornear, así que mi pobre abuelita enferma va a tener algo bueno para fortalecerse." - "¿Y adonde vive tu abuelita, Caperucita Roja?" - "Como a medio kilómetro más adentro en el bosque. Su casa está bajo tres grandes robles, al lado de unos avellanos. Seguramente ya los habrás visto," contestó inocentemente Caperucita Roja. El lobo se dijo en silencio a sí mismo: "¡Qué criatura tan tierna! qué buen bocadito - y será más sabroso que esa viejita. Así que debo actuar con delicadeza para obtener a ambas fácilmente." Entonces acompañó a Caperucita Roja un pequeño tramo del camino y luego le dijo: "Mira Caperucita Roja, que lindas flores se ven por allá, ¿por qué no vas y recoges algunas? Y yo creo también que no te has dado cuenta de lo dulce que cantan los pajaritos. Es que vas tan apurada en el camino como si fueras para la escuela, mientras que todo el bosque está lleno de maravillas."

Caperucita Roja levantó sus ojos, y cuando vio los rayos del sol danzando aquí y allá entre los árboles, y vio las bellas flores y el canto de los pájaros, pensó: "Supongo que podría llevarle unas de estas flores frescas a mi abuelita y que le encantarán. Además, aún es muy temprano y no habrá problema si me atraso un poquito, siempre llegaré a buena hora." Y así, ella se salió del camino y se fue a cortar flores. Y cuando cortaba una, veía otra más bonita, y otra y otra, y sin darse cuenta se fue adentrando en el bosque. Mientras tanto el lobo aprovechó el tiempo y corrió directo a la casa de la abuelita y tocó a la puerta. "¿Quién es?" preguntó la abuelita. "Caperucita Roja," contestó el lobo. "Traigo pastel y vino. Ábreme, por favor." - "Mueve la cerradura y abre tú," gritó la abuelita, "estoy muy débil y no me puedo levantar." El lobo movió la cerradura, abrió la puerta, y sin decir una palabra más, se fue directo a la cama de la abuelita y de un bocado se la tragó. Y enseguida se puso ropa de ella, se colocó un gorro, se metió en la cama y cerró las cortinas.

Mientras tanto, Caperucita Roja se había quedado colectando flores, y cuando vio que tenía tantas que ya no podía llevar más, se acordó de su abuelita y se puso en camino hacia ella. Cuando llegó, se sorprendió al encontrar la puerta abierta, y al entrar a la casa, sintió tan extraño presentimiento que se dijo para sí misma: "¡Oh Dios! que incómoda me siento hoy, y otras veces que me ha gustado tanto estar con abuelita." Entonces gritó: "¡Buenos días!," pero no hubo respuesta, así que fue al dormitorio y abrió las cortinas. Allí parecía estar la abuelita con su gorro cubriéndole toda la cara, y con una apariencia muy extraña. "¡!Oh, abuelita!" dijo, "qué orejas tan grandes que tienes." - "Es para oírte mejor, mi niña," fue la respuesta. "Pero abuelita, qué ojos tan grandes que tienes." - "Son para verte mejor, querida." - "Pero abuelita, qué brazos tan grandes que tienes." - "Para abrazarte mejor." - "Y qué boca tan grande que tienes." - "Para comerte mejor." Y no había terminado de decir lo anterior, cuando de un salto salió de la cama y se tragó también a Caperucita Roja.

Entonces el lobo decidió hacer una siesta y se volvió a tirar en la cama, y una vez dormido empezó a roncar fuertemente. Un cazador que por casualidad pasaba en ese momento por allí, escuchó los fuertes ronquidos y pensó, ¡Cómo ronca esa viejita! Voy a ver si necesita alguna ayuda. Entonces ingresó al dormitorio, y cuando se acercó a la cama vio al lobo tirado allí. "¡Así que te encuentro aquí, viejo pecador!" dijo él."¡Hacía tiempo que te buscaba!" Y ya se disponía a disparar su arma contra él, cuando pensó que el lobo podría haber devorado a la viejita y que aún podría ser salvada, por lo que decidió no disparar. En su lugar tomó unas tijeras y empezó a cortar el vientre del lobo durmiente. En cuanto había hecho dos cortes, vio brillar una gorrita roja, entonces hizo dos cortes más y la pequeña Caperucita Roja salió rapidísimo, gritando: "¡Qué asustada que estuve, qué oscuro que está ahí dentro del lobo!," y enseguida salió también la abuelita, vivita, pero que casi no podía respirar. Rápidamente, Caperucita Roja trajo muchas piedras con las que llenaron el vientre del lobo. Y cuando el lobo despertó, quizo correr e irse lejos, pero las piedras estaban tan pesadas que no soportó el esfuerzo y cayó muerto.
Las tres personas se sintieron felices. El cazador le quitó la piel al lobo y se la llevó a su casa. La abuelita comió el pastel y bebió el vino que le trajo Caperucita Roja y se reanimó. Pero Caperucita Roja solamente pensó: "Mientras viva, nunca me retiraré del sendero para internarme en el bosque, cosa que mi madre me había ya prohibido hacer."
También se dice que otra vez que Caperucita Roja llevaba pasteles a la abuelita, otro lobo le habló, y trató de hacer que se saliera del sendero. Sin embargo Caperucita Roja ya estaba a la defensiva, y siguió directo en su camino. Al llegar, le contó a su abuelita que se había encontrado con otro lobo y que la había saludado con "buenos días," pero con una mirada tan sospechosa, que si no hubiera sido porque ella estaba en la vía pública, de seguro que se la hubiera tragado. "Bueno," dijo la abuelita, "cerraremos bien la puerta, de modo que no pueda ingresar." Luego, al cabo de un rato, llegó el lobo y tocó a la puerta y gritó: "¡Abre abuelita que soy Caperucita Roja y te traigo unos pasteles!" Pero ellas callaron y no abrieron la puerta, así que aquel hocicón se puso a dar vueltas alrededor de la casa y de último saltó sobre el techo y se sentó a esperar que Caperucita Roja regresará a su casa al atardecer para entonces saltar sobre ella y devorarla en la oscuridad. Pero la abuelita conocía muy bien sus malas intenciones. Al frente de la casa había una gran olla, así que le dijo a la niña: "Mira Caperucita Roja, ayer hice algunas ricas salsas, por lo que trae con agua la cubeta en las que las cociné, a la olla que está afuera." Y llenaron la gran olla a su máximo, agregando deliciosos condimentos. Y empezaron aquellos deliciosos aromas a llegar a la nariz del lobo, y empezó a aspirar y a caminar hacia aquel exquisito olor. Y caminó hasta llegar a la orilla del techo y estiró tanto su cabeza que resbaló y cayó de bruces exactamente al centro de la olla hirviente, ahogándose y cocinándose inmediatamente. Y Caperucita Roja retornó segura a su casa y en adelante siempre se cuidó de no caer en las trampas de los que buscan hacer daño.


* * * FIN * * *

Bibliografía
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